El diario de Claudia P
miércoles 20 agosto 2025
En el artículo de los blogs en Wikipedia descrubrí el diario digital de Claudia P, una joven de diecisiete años que decide empezar un blog tras pillar a su madre leyendo su diario.
El caso es que ahora, de lo que estoy segura, es de que mi madre no podrá leer esto jamás. No tiene ni idea de informática y menos de internet... Se que por el contrario podrán hacerlo todos los que vean esta página alguna vez, pero eso me da igual porque no los conozco, ni ellos a mi tampoco... Es curioso que el lugar más público pueda resultar a la vez el más anónimo.
Me encanta esa observación de Claudia y es algo que he experimentado de primera mano en las ciudades grandes. Bucareli también es la búsqueda del anonimato entre lo más público. A estas alturas de internet, todo mundo tiene cuentas en redes sociales, y los algoritmos intentan recopilar cada vez más datos. En la práctica esto no permite tener cuentas verdaderamente anónimas porque se vinculan los datos a la cuenta y no tardan en aparecer sugerencias de personas que uno conoce en la vida real.
Por el contrario, en la web no hay recomendaciones a menos de que alguien se meta en un motor de búsqueda y teclee «Bucareli», y ahí seguramente solo les aparecerán resultados que hagan referencia al oficial militar, al tratado entre México y Estados Unidos, a la avenida en la Ciudad de México, a lecciones de historia y otras cosas menos este blog. Así perfecto.
Busco el anonimato en este blog porque me gusta escribir y tengo la necesidad de hacerlo. Crecí con el internet y extraño lo que fue a principios de los años 2000. La tecnología, la escritura, el internet, la programación y el desarrollo de software son de mis temas favoritos, y por eso mismo prefiero escribir de manera anónima en el internet donde cualquier persona pudiera encontrar estas palabras. También me gusta diseñar con HTML y con CSS, me satisface saber que mis gustos y mi personalidad son reflejadas en mis palabras al igual que en la interfaz de esta página.
He pasado la mayor parte de hoy leyendo el diario de Claudia. El nueve de agosto de 2001 escribió un par de observaciones sobre la literatura que me han dejado helado. ¿Recuerdan lo que escribí la última vez sobre curar el alma a través de la filosofía, aquella frase de Epicuro? Pues Claudia dice lo siguiente:
La literatura está hecha para las personas infelices, como yo... Para las que intentan evadirse de lo que tienen a su lado y bien unas veces leen historias donde los personajes viven mejor que ellas y por tanto les hacen soñar... Y otras veces leemos historias donde los personajes lo pasan peor que nosotros, con lo cual nos alivia nuestra existencia...
La literatura solo tiene un fin terapéutico... El de curar los dolores del alma. Si alguien le quiere inventar otro fin está mintiendo...
Me ha gustado la lectura desde pequeño pero no recuerdo tener un concepto de infelicidad en relación a ella. La primera vez que leí algo parecido fue una frase de Vargas Llosa en su libro de cartas a un joven novelista en el que afirma que la vocación de escritor encuentra a los que de alguna manera quieren cambiar la realidad. ¿Qué tan cierto es eso?
Los tiempos en que más leía durante mi infancia o juventud, antes de ser adulto, fueron tiempos de grandes cambios, cuando me mudé a otra ciudad y cuando no tenía amigos en la escuela... cuando empecé a hacer amigos y tuve mi primera novia y empecé a elaborar una vida social más feliz dejé la lectura durante mucho tiempo. No regresé a la literatura como tal (quizá sería más acertado decir que llegué a ella por primera vez) después de mi primera gran depresión, la cual llegó después de mi primer desamor. En ese tiempo empecé a leer como un loco, en especial a cierto escritor chileno a quien el nombre de este blog le rinde una especie de homenaje... han pasado siete años o más desde ese encuentro con la literatura. ¿Y cuándo regresé a ella por segunda vez? Pues fue cuando fracasé en el amor nuevamente, en esa época sí que escribía como un loco, me afirmaba a mí mismo que mi destino era el de ser un escritor. Estudiaba filosofía y lo consideraba un suplemento académico, una especie de tarifa cultural que debía sufrir para ser merecedor del título de escritor, como si eso realmente importara...
Hoy no escribo tanto como antes, no lo considero mi «oficio» de la misma manera en que lo sentía hace un par de años, hoy por hoy le dedico más tiempo a la programación y a mis estudios historiográficos del internet. Sigo leyendo mucho, pero los temas que me apasionan son los que ya he mencionado, a los cuentos y a la literatura ahora mismo no recurro. ¿Todo esto significa que soy feliz ahora?