Este sábado pasado fue la boda de mi primo, un evento que causó mucho estrés para todos los invitados por los constantes cambios y la falta de comunicación por parte de la organizadora. El viaje a aquella ciudad vieja en que me crié me llenó de nostalgia y a la vez de desilusión por el mal estado en el que se encuentra.

Hoy miércoles escribo del otro lado de esa fecha y eso significa que ahora empieza una nueva etapa. Dejo detrás todo lo malo de este verano y recibo con brazos abiertos todo lo mejor del porvenir.

Me pasó algo extraño durante la cena del sábado. Junto a mí se sentó alguien que me gustó. Hubo una química innegable e inexplicable. Pasé toda la boda queriendo platicar más con ella y ella conmigo. Seguramente no estoy loco... ¡algo debió haber sentido ella también! En el camino de regreso a casa estuve haciendo una playlist con canciones con las que me sentí identificado o que de alguna manera me recuerdan a ella.

Hoy martes después de mi junta con Ilya salí a caminar un poco. Quiero seguir haciendo ejercicio y estando activo para tener más energía y dedicarme bien a mis proyectos.

Ya es noche y es hora de descansar, pero no quería que pasaran más días sin escribir por acá. Ayer antes de dormir leí un poco de La insoportable levedad del ser de Kundera. Quiero escribir más. Creo que lograré desenmarañar estos sentimientos con un cuento. Yo me entiendo.

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